De libertades y nomadismos digitales

27 DE AGOSTO DE 2017

Interculturalidad formación expatriadosSigo con el subidón del viaje de desconnexión del que llegué hace unos días y las ideas me vienen sin parar, una tras de otra.

Están tan pesadas que no me queda otra que dejar de callejear y buscar una cafetería bien acogedora con wi-fi y buena música.

Y, como es agotador tenerlas rondando sin rumbo por mi cabeza, ando escribiendo como loca para darles espacio y sacar todo esto que me rebota, rebota y rebota…

Hace poco, mientras estaba on tour, salió el tema de vivir viajando y de lo complicado que puede ser si tienes pareja.

Hablamos de la libertad sexual y de la libertad de mundo. La primera libertad me la conozco, quien más quien menos ha lidiado con el dilema de qué significa libertad sexual, con o sin pareja, demasiadas creencias y prejuicios nos vetan a otras formas de vivirla y compartirla.

Pero este no es el tema hoy.

 

Libertad de mundo

Lo que me llamó la atención fue eso de la ‘libertad de mundo‘: he ahí alguien que, sin quererlo, bautizó algo que es parte de mi esencia y que nunca me había parado a poner nombre.

Cuando pregunté a Nico a qué se refería con eso de libertad de mundo, me dijo:

“Que hay veces en que el mundo te llama, te llama a gritos, y tú, weona, no puedes quedarte en casa, sino que tienes que salir, responder a eso. Tenéis que salir”.

Voilà, el resumen de una constante en mi vida resumida en una sola frase y con titular de regalo.

Siempre quise viajar y empecé a hacerlo a los diecisiete años, a Irlanda, con un amigo y con la excusa de un trabajo de instituto, después de haber ahorrado no sé cuánto tiempo.

Y, de entonces, no he parado.

Desde el 2000 viajo en ruta, a trompicones, con la mochila a cuestas, dispuesta a visitar el máximo de lugares en el mínimo de tiempo.

Pero hace un par de años mi ritmo ha cambiado, siento que me apetece vivir en un lugar, pasar allí unos meses, formar parte de su realidad y su día a día, e intentar comprender una cultura que nunca será la mía pero que puede ser un poquito mía, tal vez.

Ya lo hice en Estados Unidos, Alemania, la República Checa, India y Perú pero, como canta Bebe ‘Europa se hace pequeña, mi alma pide más’, y ahí sigo, ampliando horizontes sin prisa.

Hace tiempo que vengo pensando en esto, en cómo vivir trabajando online y recién empiezo a ver la lucecita. Estoy en pleno proceso de aprendizaje y definición de mi proyecto personal y profesional, éste que ya está empezando a permitirme no tener un lugar de residencia fija.

Ideas on Tour ya tiene una web que me encanta y que tanto me ha costado definir y arrancar, he concretado algunas cosas y hace meses que escribo, pero aún falta…

Es por ello que ando formándome y aprendiendo de personas que se definene como nómadas digitales, que me inspiran confianza y que deciden compartir su modo de vida y sus recursos para que otras personas podamos arrancar nuestros proyectos y hagamos realidad el sueño de vivir viajando o de vivir pudiendo decidir dónde vivir, de sentir la libertad de mundo, con todo lo bueno y lo menos bueno que implica.

 

Nomadeando

¿Qué significa ser nómada digital ? Una persona nómada digital puede trabajar desde cualquier lugar del mundo, desde el salón de casa al salón común de un hostel en medio de Papua Guinea. Los únicos requisitos imprescindibles para trabajar: un buen equipo digital, excelente acceso a internet y tener una disciplina de hierro.

La primera nómada digital que conocí cuando ni siquiera sabía que esta palabra existía es Aniko Villalba.

Davinia me mandó un video diciéndome: ‘Anna, ¡esto me recordó tanto a ti’. Aniko hablaba sobre el síndrome del barrilete, no tenía ni idea de qué era eso pero ahí me quedé, viendo su charla.

Me enganché a los posts y la manera de viajar de Aniko, que tanto me recuerda a la mía. Aniko viaja desde 2008 y escribe en su blog Viajando por ahí sobre slow travel, los viajes creativos y el asombro por los detalles cotidianos de cada lugar.

Una de sus últimas entradas me ha interpelado especialmente es ‘10 consejos para futuros nómadas digitales’. Y no tanto por los consejos, que también, sino por lo que escribe sobre el hecho de vivir en movimiento, los conflictos que ello acarrea y que tan poco se dan a conocer:

 

Ok, muy linda la definición de manual de la depresión, pero ¿quién acá se sintió deprimido mientras viajaba? ¿A quién le cuestan las despedidas? ¿Quién siente que cada adaptación a un lugar es también una readaptación emocional?

¿Quién se siente homeless y sueña con un hogar, pero a la vez no quiere dejar de viajar? ¿Quién siente que tiene dos “yos” que tal vez nunca puedan convivir? ¿Quién siente que vivir en movimiento trae problemas o mambos o cuestiones que no pasan cuando estamos quietos?”.

Pero claro, ese miedo que tengo de que nadie levante la mano me frenó. Algún día daré esa charla (o escribiré ese post).

Me llega porque escribe real, cercano y personal. Admiro que haya sido capaz de ir modelando su proyecto y de seguir con el estilo de vida que desea y que le mueve.

Me (re)suena.

 

¿Coincidencias?

Estoy escribiendo este post sobre nomadismo digital en una cafetería del barrio de San Blas, en Cusco, y ¿quién se sienta a mi lado y empieza a charlar?

Bryce, un chico de Estados Unidos que viaja por el mundo diseñando páginas web y aprendiendo idiomas.

Ahí lo dejo.

Esta mañana, rebuscando un papel en la cartera, encontré este mensaje que me tocó en la galleta de la fortuna del chifa (restaurante de comida china) fino donde comimos con Alberto hace ya algunas semanas:

 

 

Y últimamente no he hecho más que conocer o reencontrarme con personas que comparten alguna de mis pasiones.

El mundo me grita: ¡Anna, espabila! Y, bueno, he tardado bastante tiempo pero parece que ya arreglé el audífono así que, acá estoy, viviendo en el Cusco y casi a punto de acabar este viaje que tanto ha significado para mí.

Estoy lista para despedirme por un tiempito (¿segura?) de mi gente peruana, de volver a moverme, de sentir conflictos,de lidiar de nuevo con el choque cultural inverso y de empezar una nueva aventura en otro lugar.

Siento la libertad de mundo, ¿cómo no voy a sentir algo que es parte de mi esencia? Como escribe José Luis Paulín Seijas en su libro Cooperación: Verdades, mentiras y vivencias de una ¿utopía?: 

‘No podrás sujetar a un(a) cooperante [sustituir por viajero/a] si quieres convivir con él/ella, sí negociar y acordar, pero nunca cortarle las alas, sino, ya no sería él/ella’.

 

#SoyYo

Me despido con el tema Soy yo, del grupo colombiano  Bomba Estéreo. La letra poco lugar a dudas deja pero el video no tiene desperdicio, ¿quién no se ha sentido como esta niña en alguna ocasión? Así me siento yo ahora y, ¿por qué luchar contra lo que soy?

Me caí, me paré, caminé, me subí
Me fui contra la corriente y también me perdí
Fracasé, me encontré, lo viví y aprendí
Cuando te pegas fuerte más profundo es el beat

Sigo bailando y escribiendo mis letras
Sigo cantando con las puertas abiertas
Atravesando todas estas tierras
Y no hay que viajar tanto pa’ encontrar la respuesta

Y no te preocupes si no te aprueban
Cuando te critiquen, tú solo di
Soy yo (…)

Sigo caminando y sigo riendo
Hago lo que quiero y muero en el intento
A nadie le importa lo que estoy haciendo
Lo único que importa es lo que está por dentro
A mí me gusta estar en la arena
Bañarme en el mar sin razón, sin problema
Estar sentada sin hacer nada
Mirando de lejos y estar relajada

Y no te preocupes si no te aprueban
Cuando te critiquen, tú solo di
Soy yo  (…)

Soy así, soy así, soy así (Relajá)
Y tú ni me conoces a mí (Bien relajá)
Soy así, soy así, soy así (Relajá)
Y tú ni me conoces a mí (Bien relajá)
You know what I mean? You know what I mean?

Sí, papá

Y no te preocupes si no te aprueban
Cuando te critiquen, tú solo di
Soy yo (…)

En la cama
Relajá
Con mi encanto
Con pijama, soy yo

Así soy yo

Anna Rodríguez Casadevall
anna@ideasontour.com