¿Se cura la dromomanía? Cuando el viaje es una huida.

Interculturalidad formación expatriados

Hace unos días tuvimos sesión con Norma, una de mis primeras clientas. 

Me contrató para el proceso de preparación de su ‘mudanza’ y de adaptación, hemos seguido en contacto todo este tiempo y, hace poco, iniciamos otro proceso.

Lleva poco más de cinco años viviendo en  un país de América Latina pero tiene ganas de volver a casa. 

Bueno, no tanto de volver a casa como de irse de donde ahora está.

Me dijo que se sentía agobiada, con picos en los estados de ánimo, con un sentimiento de culpa por las nubes y sin poder parar de quejarse de un país que no la ha tratado mal pero que ya no soporta más. 

“No quiero quedarme más aquí. Es que son unos impresentables, siempre tengo que perseguirlos para todo, no se presentan a las citas, llegan tarde a los eventos, son machistas… Por allá, esto no pasa, todo es mejor”.

Bueno, bueno, bueno. 

Aquí tenemos el ciclo que se presenta en casi todas las personas que migran de forma transitoria y voluntaria a otro país, y que suele aparecer entre los 5 y los 7 años de estar en un mismo lugar. 

Cuando recién se fue a vivir a este país de América Latina, Norma me decía algo así: 

“Me encanta. La gente es relajada, vive sin estrés. Si llego tarde, nadie me mira mal y no tengo que avisar si decido no ir a alguna fiesta a última hora, ¡aquí soy libre!. Y, los hombres, una pasada. Son atentos, me invitan a los tragos, me cuidan, me piropean, me dejan pasara primero y me abren la puerta… Yo me quedo aquí“.

Cinco años después, su manera de percibir este país ha cambiado.

No ha sido el país en cuestión, ni su gente, ni su paisaje ni su cultura. Eso no ha cambiado, lo que ha cambiado es la percepción de Norma. 

Este proceso es muy común entre las personas que migran a otro país (recuerda que me centro en las que lo hacen de forma temporal y que pueden decidir cuándo marcharse, cuándo cambiar de lugar). 

Amor-odio-amor-crítica-rabia-amor-odio-amor… 

Una montaña rusa que puede terminar en aceptación o en rechazo del país donde se vive pero que no es el de origen. 

Y ahí llega la decisión que cantaba The Clash: “¿Me quedo o me voy?”.

Si me quedo, me aguanto con la realidad. 

Si me voy, ¿me pasará lo mismo dentro de 5 años? ¿es el país o soy yo? ¿volver a empezar? ¿hacer amigos nuevos? ¿buscar y encontrar un trabajo que me guste? ¿adaptarme a una nueva realidad? ¿y si lo que estoy haciendo es huir?

¿Se cura la dromomanía? ¿Se cura la necesidad de viajar para huir?

Respuestas a estas y otras preguntas, en el enlace: 

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Un abrazo,

Anna 

Anna Rodríguez Casadevall
anna@ideasontour.com