Movimientos
¿Sabías que Hong Kong fue destino de miles de refugiados durante la Segunda Guerra Mundial?
Pues sí.
¿Sabías que fue desde 1842 -después de perder la Primera Guerra del Opio- y hasta 1997, fue colonia británica?
Pues sí.
¿Sabías que, desde 1997 y hasta 2047, será considerada “Región Adiminstrativa Especial” de la República Popular de China bajo el lema “un país, dos sistemas”?
Pues también.
Hong Kong es un lugar de protestas, con una identidad que parece haberse ido adaptando a los movimientos migratorios que lo han ocupado sin perder un ápice de personalidad.
Uno de los casos que ha sonado más en Occidente (voy a llamarlo ‘Occidente’ para no liarla más con conceptos, pero no me gusta, el mundo es mucho más diverso que un sistema binario Oriente-Occidente, ricos-pobres o desarrollo-subdesarrollo) es el movimiento social bautizado como ‘la Revolución de los Paraguas’, liderado por Joshua Wong, un adolescente que con solo 17 años reclamó (y sigue reclamando) mayor democracia y libertar para esta región.
Democracia y libertad que se ven amenazas por el régimen chino, que cada día mete un poco más la patita en en Hong Kong.
Siempre intento leer a autores locales y comprender la idiosincrasia y personalidad de los lugares de los lugares a través de su literatura, y esta vez me he llevado a casa Borrowed Spaces. Life Between the Cracks of Modern Hong Kong (en español: Espacios prestados. La vida entre los grietas del Hong Kong Moderno) .
Este mini-libro de la serie sobre Hong Kong escrito por el periodista Christopher Dewolf estaba ahí, en la estantaría de la librería del piso 25 del rascacielos de Central, esperándome.
Lo abrí, leí la primera frase y supe que ese libro era pa mí: ‘Cuando visito una ciudad nueva, no voy a museus: busco los mercados’.
En el bus empecé la introducción, que acabé en el ferry que me transportaba de los destellos de neón a la humedad de las mikanias.
Y me alucinó la capacidad de Dewolf de describir, en pocas palabras, lo que yo siento en y por este lugar:
‘El encanto de Hong Kong es el modo en que la gente ha transformado esta ciudad, a menudo hostil e inhumana, en algo vibrante y habitable (…). Hong Kong está repleta de esquinas que sorprenden y de giros inesperados. Es una ciudad con mucho que decir’.
Movidas
Vendedores ambulantes.
Bastidas de bambú (también para los rascacielos).
Puestos de comida, mercados de fruta, verdura, pescado, flores y ropas mil.
Carteles de neón.
Mujeres indonesias, filipinas y malasias chismorreando y cuidándose entre compatriotas cada domingo, el día libre de las empleadas del hogar) en los parques y mil pasillos que inundan la ciudad.
Hongkoneses de genes británicos y ojos claros y redondos charlando con hongkoneses de ojos oscuros y rasgados.
Restaurantes vietnamitas, tailandeses, franceses, estadounideses, españoles y chinos.
Corrupción, especulación y alquileres por las nubes.
Hong Kong siempre ha sido tierra de movimientos y movidas, y eso la hace aún más especial a mis ojos. Me recarga y me agota a partes iguales.
Me da un chute de ideas nuevas y me quita pájaros de la cabeza. Me sienta de maravilla visitarla cuando se presenta la excusa perfecta.